Jesús Muñoz

Cerezo de 22 x 18 x 18 cm.

Basada en la canción ecuatoriana «Vasija de Barro». La esfera de su interior representa la situación irreversible. Una visión amable de la muerte:

Nada de malo en reposar en el vientre oscuro y fresco de la vasija.

Nada de malo en reunirse con los antepasados.

Nada de malo en regresar «a tu barro enamorado».

 

Realmente a Jesús se lo ha llevado el Padre –a sus brazos– cuando ya no podía más. Es la situación de confianza –o impotencia– reflejada en el Evangelio en  (Lucas 23: 45): «En Tus manos encomiendo mi espíritu». O de pasar el testigo: «Ahora te toca a ti».

Otro Jesús nos leyó en la despedida esta carta de amor. Casi sin querer pensamos en Lina… pero era para tod@as.

 

«Si me voy antes que tú, no llores por mi ausencia; alégrate por todo lo que hemos amado juntos.         No me busques entre los muertos, en donde nunca estuvimos; encuéntrame en todas aquellas cosas que no habrían existido si tú y yo no nos hubiésemos conocido y amado.        Yo estaré a tu lado, sin duda alguna, en todo lo que hemos creado juntos: en nuestros hijos, por supuesto, pero también en el sudor compartido en los trabajos y fatigas, y en las lágrimas que intercambiamos algunos días.        Y en todos aquellos que pasaron a nuestro lado: siempre recibieron algo de nosotros y llevan incorporado, –sin saberlo ellos ni notarlo nosotros–, algo de mí y de ti.        También nuestros fracasos, nuestras indiferencias y nuestros fallos serán testigos permanentes de que estuvimos vivos y no fuimos ángeles sino humanos.        No te ates a los recuerdos ni a los objetos, porque dondequiera que mires y hayamos estado juntos, con quienquiera que hables y nos conociese, allí habrá algo mío, algo nuestro. Aquello sería distinto si tú y yo no hubiésemos aceptado vivir juntos nuestro amor durante estos años. El mundo estará ya siempre salpicado de nosotros.      No llores  por  mi  falta,  porque  solo  te  faltará  mi  palabra nueva y mi calor de ese momento. Llora si quieres porque el cuerpo se llena de lágrimas ante toda aquello que es más grande que él, que no es capaz de comprender, pero que entiende como algo grandioso. Porque cuando la lengua no es capaz de expresar una emoción, ya solo pueden hablar los ojos.      Y vive. Vive creando cada día, y más que antes, porque yo no sé cómo, pero estoy seguro que desde mi otra presencia yo también estaré junto a ti.      Así, con esta esperanza, deberás continuar dejando tu huella, para que cuando tu muerte nos vuelva a dar la misma voz, cuando nuestro próximo abrazo nos incorpore –ya sin ruptura– a la Única Creación, muchos puedan decir de nosotros: «Si no se hubieran amado, ¡qué habría sido de nosotros!»

 

«No te preocupes por la abuelita: nosotr@s cuidaremos de ella» –le dijo Haizea, una de sus nietas. Cuenta también con nosotr@s.

Un beso, Jesús. Un beso, Lina.

 

 

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2 respuestas a Jesús Muñoz

  1. Leticia dijo:

    Muchísimas gracias Martin: nos gusta este detalle que has tenido con mi aita. Él era una bella persona porque se rodeaba también de maravillosas personas, gente como tú, sus amigos y su familia. Un beso muy fuerte.

  2. Ana dijo:

    GRACIAS.
    Es tan bello, tan verdadero lo que escribe Jesús que nos ensancha por dentro leerlo. No le conocí, pero ahora le siento hermano de la vida en la que yo también quiero vivir. Amando. Estando presente. Agradeciendo. Entregandome a otros. Soltando lastres. Dando alas.
    Un beso para ti Jesús que vives ya a manos llenas.
    Un beso a su familia que lleváis en vosotros el fruto de lo que él sembró.
    Un beso a ti Martín que sabes ver tesoros donde otros ven campos de arena.

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