En uno de tus viajes desde misiones te regalé una miniatura como esta. Seguramente porque tenías la capacidad de admirarte con/en todo. Sé que la has querido como lo hubiera hecho yo. Mientras la contemplabas, recuerdo que hablamos de su fragilidad, de la fragilidad humana, del cuidado para que no se rompa. «Ya sabes, Txomin: cualquier caída…»
Nos reímos con la última ocurrencia de un humorista de moda: «El día en que yo me muera quiero estar vivo, para acudir a mi entierro con mis amigos».
Ayer estuviste rodeado de amigos -tú nos reuniste: una comida de amigos y con Jesús en medio- y sé que estabas, lo mismo que antaño en Venezuela y en tu vuelta a Euskadi.
Non hago zein saltsatan Rinconada-ko apaiza?
Gracias Txomin: para mí has sido Buena Noticia, Evangelio.
Gracias Patxi por dibujar en cuatro pinceladas sus fulgores y sombras -que son los nuestros.
Ondo bizi Aitaren etxean, lagun
«Se van los hombres/ pecadores y terrenales/ o magníficos/ pero en realidad/ ¿qué sabíamos de ellos?» (E. A. Evtuchenko)