La dirección de la Luz

Tronco de haya de 70 x 70 x 60 cm. con una cavidad esférica interior.Casi desde el primer día fue dando muestras de sus intenciones.Pero no cedimos a la tentación de atarla: «Hegoak ebaki banizkio nerea izango zen, ez zuen aldegingo…»  Si le hubiera cortado las alas sería mío… no se iría… pero no sería pájaro…   Y así, en silencio, siendo ella, nos acompañó en la oración   y a su aire -libre-, nos manifestó su serhasta  mostrarnos por su herida la dirección de la Luz…

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2 respuestas a La dirección de la Luz

  1. sandalio dijo:

    Antes era tanta su fortaleza que a los pequeñitos, que no alcanzábamos a verla desde arriba, nos parecía inaccesible, maciza, insensible y rocosa… ¡todopoderosa!
    Ahora que se nos ha abierto… nos deja ver por su dolor que era humana, acogedora, frágil, inclinada a la ternura y llena de luz para todos los que se quieran asomar a su herida.
    ¡Ay si las personas, en lugar de esconder sus heridas y amordazarlas con duelas de fiero metal, acertaran a adentrarse por ellas en su interior y avivaran los rescoldos de su luz interior!
    ¡Ay si nos pudiéramos asomar con respeto a esas heridas, encender con nuestra compasión sus cenizas dormidas y calentarnos al fuego de la amorosa unión!
    ¡Que hermoso misterio el de la luz y el dolor!
    Misterio nuestro, de la Humanidad… y de Dios.

  2. juanjo orcasitas dijo:

    Una vez cometí la torpeza de volver a dar color a un cuadro que había pintado hacía años y al que el polvo, el frío , el calor y la luz, le habían dejado descolorido y maltrecho. Dios mío, lo maté !
    Qué sería de mi rostro si algo no dejara que el paso del tiempo, las risas, los dolores, las pérdidas , los asombros, los insomnios, las fiestas, los desengaños y los aciertos, las subidas y bajadas , no hubieran cincelado las arrugas que me dibujan como la persona que soy y a quien conocéis. Quiénes serían mis amigos si lo que les mostrara de mí fuera una postal llena de colores pero sin vida. A veces he hecho amigos a través de la hermosura de nuestros rotos y descosidos, nos hemos reconocido en los desgarros y aunque tengamos alguna cojera, nuestro caminar, a veces, tiene la dignidad que da el coraje y la voluntad de continuar a pesar de todo.
    Un abrazo grande, amigo Martín.

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